Bajo la luz de la luna


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El cielo iluminado más anaranjado que se hubiera visto jamás, se extendía como manto para protección de los que permanecían en esplendorosa vigilia.
La brisa revolvía las hojas tiernas y el aroma en el ambiente taciturno los dejaba flotar, allá, más allá... llevados por la música y los sonidos del bambú femenino golpeando el piso. El ritmo de la música lo anuncia, hoy es día de regocijo.
El buen espíritu rondaba el lugar, y lo llenaba todo con su gracia.
El sonido de las voces que armonizaban se mezclaba con el chisporroteo de las llamas del fogón y las luciérnagas daban la noticia de que Ñanderuguasu estaba feliz y con ellos esa noche.
En el teýi las madres jóvenes con sus niños pequeños descansaban, mientras el resto del clan estaba de fiesta por mandato divino. Una señal en los sueños del ya anciano payé los mandó a estar alertas. A la espera de lo indecible, de lo impensable, de lo impredecible, de lo irrestrictible.
Algo pasaría, una señal... había que estar atentos.
Ya los años de corridas habían quedado en el olvido y era sólo leyenda para las nuevas generaciones, la vida finalmente apacible, como debió haber sido siempre.
La tierra los albergó una vez más en su seno plácido y pudieron hundir sus pies en lo que sería “su tierra prometida,” de donde jamás tendrían que volver a escapar. La vera del río y la sombra de la selva les proporcionarían el sustento que aliviaría los pesares de sus nostálgicas narraciones y tornaría alegres sus canciones. La selva curaría sus heridas.
De repente, un grito ahogado inunda la selva... y una de las ancianas apurándose se aproxima al payé. Era la partera diciendo que había un problema, que el niño no nacía. Uno de los cazadores se aproxima y escucha la conversación entre ambos, y sale corriendo, era su hijo quien no podía nacer.
Corre en la oscuridad, tropezando con todo, siguiendo el sonido del agua del río que corría como nunca... escucha los sollozos y llanto ahogado de Panambí Verá, su tierna esposa, casi niña, casi mujer, casi madre. Casi diosa.
Una densa nube al pasar, arrastrada por el viento, cubre la luz de la luna un instante y al desaparecer la imagen de su esposa, sobre las piedras a un lado del agua su cuerpo parecía resaltar, su piel cobriza reflejaba la luz del atardecer, como un pergamino lleno de trazos sublimes, hermosa agitaba su cabeza tomando su enorme vientre y sus pechos goteaban maná den cielo esperando a su dueño...
Con un surrealismo incandescente la luz de la noche se reflejaba en el agua, creando un escenario pasmoso para la llegada del que sería un favorecido sin dudas. Pero el camino era difícil y largo, el simple hecho de nacer era ya la prueba a su grandeza. El padre creador estaba probando a ese nuevo hombre que venía, y el premio era el derecho de caminar entre sus hijos. El simple hecho de su pase por el canal de parto, era anunciación de lo que sería su vida misma, lucha entre la luz y la oscuridad que lo acecharía por siempre.
Desde el vientre de su madre no dejaba de moverse, la mujer que estaba ayudando a la esposa de Takua Guazú no dejaba de pedirle que se fuera, que no debía estar allí. Eso lo entendía, pero su corazón no le permitía alejarse de las dos personas que mas amaba en la tierra, en ese momento tan difícil que estaban pasando.
La vida era un regalo, pero había que luchar para recibirlo.
Como con un impulso sobrenatural se arroja a los pies de su amada, y luego moja su cabeza.
Un haz de luz la ilumina siempre, sabía que este era el lugar y el momento donde debía estar. Se lo mandaba su corazón.
Su esposa lo toma de la mano...
- Ayúdame. Nunca me dejes, siempre regresa a mi…-
Takua Guazú moja su cabeza sin dejar de sentir un escalofrío que bajaba por su espina dorsal.
Sin pensar, sólo sintiendo, toma unas hojas de plátano que había allí y las coloca en una suave hendidura en las rocas a un metro de ella. Toma a su mujer en brazos y la levanta para recostarla allí. La mujer que ayudaba a la partera, al ver que el guerrero estaba decidido a ayudarla, no podía ya hacer nada para impedirlo.
Tras de ellos llega el payé, trató de impedir que el joven tocara a su esposa, pero observó en el haz de luz como el Señor de la luna los cobijaba con su manto y permitió que Takúa Guazú y Panambí Verá hicieran esto juntos. El amor que se tenían y que tenían por su hijo sería la guía que necesitaban para salir adelante. Juntos.Sin impurezas de la sangre.
El guerrero le pidió a su esposa que confiara en él, que no sabía cómo ni porqué, pero sabía que hacer, se lo gritaba su hijo desde el vientre.
El joven acomodó a su esposa en el agua, y la recostó en la roca... pudo palpar la cabeza del niño, estaba casi fuera del cuerpo de su madre y la sostuvo. Al pujar su esposa, pudo tomar el cuello, y notó que algo lo sujetaba y lo tiraba hacia adentro. Era el cordón umbilical que lo ahogaba sujetando al niño con fuerza. Los oscuros intentaban retenerlo para sí.
Con delicadeza logró asir el cordón, acomodando al niño de tal forma que lo pasó sobre la cabeza para liberarlo. En ese momento la madre lo expulsó de su ser haciéndolo libre.
El padre toma a su hijo en brazos, con una roca afilada corta las cadenas que lo mantenían prisionero y en un impulso toma al recién nacido elevándolo hacia el cielo arrancando de su garganta un grito que despertó la selva:
- ¡Padre! ¡He aquí tu hijo!-
El niño no reaccionaba, no se movía, no respiraba. Su padre cerraba los ojos implorándole a los cielos por su vida.
La luz de la luna se apagó en un instante y las nubes cubrieron los cielos que, en segundos crecieron y se transformaron en nubes de tormenta. Un fuerte viento cayó sobre ellos, agitando las aguas del río, como anticipando una gran tormenta.
La pequeña Panambí Verá, la más grande de todas las mujeres esa noche irrumpe en llanto... el niño aún no se movía.
-¡Padre! ¡He aquí tu hijo!- elevando lo más posible al niño…
Repite Takúa Guazú con más fuerzas que nunca, parecía que doblaría su garganta en sus súplicas.
-¡Tómalo si es tu voluntad hacerlo! ¡Pero no lo dejes aquí! ¡Libéralo!
¡Libera a tu hijo! ¡Es tuyo ahora!-
Una ráfaga de viento le pega de lleno a Takúa Guazú y el bebé, pero se sostuvo con firmeza para que no lo moviera. Observaron como el viento se transformaba y arremolinaba sobre el cuerpito inerte, envolviéndolo, los cielos le dieron así aliento de vida.
Así como aparecieron, los vientos comenzaron a apaciguarse, se marchaban siguiendo la corriente del río. Las nubes se alejaban de la luna y las súplicas de Takúa Guazú en el silencio comenzaban a oírse cada vez más.
El bebé abre grande sus ojos y levanta sus brazos al cielo, como queriendo alcanzar los astros. En ese instante el niño regresa de entre los que ya no caminan, con el mensaje que su nuevo padre le dio de La Tierra Sin Mal...
Todos los que habían presenciado lo sucedido se estremecieron, de manera tal que las lágrimas acompañaron las risas, cayendo finalmente al río para convertirse en agua y continuar su ciclo.
La luna en su máxima expresión iluminó a la pequeña familia como nunca había visto el anciano opy, reflejándose en el niño cubierto de sangre que parecía tener luz propia.
El crepitar del fuego cerca de ellos, anunciaba la vida después de la muerte y el bebé proclamando su llegada, explota en un grito y un llanto que se escuchó a lo largo y ancho de todo el río, imponiéndose en las alturas como lo presentó su padre terrenal. Iluminado por su padre celestial resplandeciente...
Las palabras “Takua Verá” brotaron de la boca del opy, nombrándolo. Describiéndolo.
Takúa Verá, fué libre así, por primera vez, bajo la luz de la luna
Takúa Verá significa…el verdaderamente fuerte que un día sostendrá al cielo desde la tierra sobre sus brazos.

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Felíz día del padre atrasado..........
Felíz cumple abuelito....23 de junio ...te extraño
feliz cumple hoy...Tata juan te extrañamos...se que están juntos ahora, dándose fuerte la mano como solían hacer siempre que se veían... como andas chamigo?

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