Enséñame a Perderme en mi vacío....kururú y su don de dar



La tierra fresca debajo de mi cuerpo aliviaba esa sensación metálica bajo mi piel, recuerdo estar sentada justo en ese mismo lugar tantas miles de veces con ese mismo calor agobiante de enero, embadurnando mi estómago de jugo de sandía mientras masticaba sin cesar la fruta que refrescaba mi aliento y saboreaba los cuentos que el Sr. De la pipa nos contaba. El bisabuelo exhalaba ese humo blanco una y otra vez, formando nubes con formas sobre mi cabeza. Mi negro cabello lacio se pegoteaba en mi frente transpirada, que goteaba ansiedad por sus palabras… fue cuando supe que esta tierra no era la primera creada por Nuestro Padre el Primero Creador de todas las cosas, sino que ya hubieron varias antes.
Las palabras, inmunes al tiempo, solo brotaban de su boca y flotaban:

- “Ñande Ru Tenonde estaba feliz de haber creado una tierra para los hombres, con quienes quería compartir el don del habla, pues se sentía en soledad. Pensó en darles a los hombres todo lo necesario para que pudieran cuidarse y vivir en paz. Por esto habló con su verdadero hijo Papa Miri para decirle que fuera de visita a la nueva tierra para los hombres. Al hablarle le dijo que los reconocería por los adornos de pluma en sus cabezas, de esa manera llevan su insignia de masculinidad, le dijo. Entonces Papa Miri llegó a la tierra con el mensaje que su padre le había dado y su recomendación de ver que los hombres tuvieran todo lo necesario para ser felices. “

El bisabuelo moviendo su bigote blanco al unísono de sus palabras, parecía trasladarse mentalmente frente al mismo Papa Mirí, intentando reproducir sus gestos al pensar en qué cosa podría ofrendar a los hombres para que vivieran a gusto en su nueva tierra….

- ¡Fuego! –
- “Los hombres necesitaban fuego para ilumin
ar sus historias en la noche, para acompañarlos en sus largas faenas, para protegerlos contra las fieras salvajes y contra los alimentos impuros. El crepitar del fuego sería el mensaje divino que los alertaría de todo mal. Los mortales necesitaban fuego para ser felices. Así es que Papa Mirí en virtud de su sabiduría divina reconoció a los portadores de los adornos con pluma para sus cabezas, y llamó a su hijo Kururú para que lo ayudara. Los sapos que vemos hoy en día solo son una imagen a semejanza de aquel Kururú que era sagrado.”

Las hojas que bailaban con el viento al caer del palto, ilustraban la incandescencia de la escena en mi mundo imaginario. Mis sublimes escenarios m
entales me abstraían por completo de toda realidad adyacente a mis sentimientos, mis tristezas, mis soledades…

- “Le pidió a Kururú que se hiciera el muerto para que aquellos que practicaran la mala ciencia se lo llevaran, porque eran ellos quienes escondían los
antiguos secretos del fuego. Papa Mirí pensó que debía de sacarles a ellos el poder del fuego, para otorgárselos a los mortales. Le dijo a Kururú que esperara a aquellos con la imagen de buitres, que no son los mismos que los de ahora, los de ese tiempo eran demonios que practicaban las malas ciencias; y cuando se hubo hecho el muerto los buitres se lo llevaron para asarlo. Ni bien arrojaron al sapo a las brasas, Papa Mirí hizo que los vientos esparcieran las cenizas y Kururú comenzó a devorarse todo carbón encendido que pudo hasta que quedó con la panza hacia arriba, muerto. Papa Mirí habló al buitre y le dijo que Kururú por su culpa estaba muy grave, y debía de resucitarlo, pero los buitres solo querían devorarlo… Kururú para tranquilizar a su padre le parpadeaba, pues estaba bien y ya era hora de la partida. Papa Mirí tomo a su hijo Kururú en brazos y se alejaron, cuando estuvieron a salvo Papa Mirí pudo entonces tomar el fuego de la boca del sapo y colocarlo en la punta de su flecha, y la arrojó a las ramas de un laurel en forma de rayo. Desde ese entonces los mortales pudieron tomar el fuego de los árboles, aprendieron a cuidarlo y le dieron gracias a Papá Mirí con sus danzas y alabanzas.
Cuando pasaron los años recordaba esos momentos, me perdía en el centro de la pequeña llama de las velas que iluminaban la cocina cuando cortaban la electricidad en esas noches de verano. Entendí que su simple fascinación por el crepitar de las llamas a la hora de cocinar en el patio, ya sea su pescado frito con limón o esas famosas paellas, era su forma de conectarse con el universo, y con él mismo. Me gustaría aprender a hacer lo mismo… perderme en mí, sin verme en lo absoluto……. Encontrar un vacío en mi interior. Lo extraño, y extraño la manera en que sabía hacer las cosas.
Hasta la próxima……………….