Enséñame a Perderme en mi vacío....kururú y su don de dar



La tierra fresca debajo de mi cuerpo aliviaba esa sensación metálica bajo mi piel, recuerdo estar sentada justo en ese mismo lugar tantas miles de veces con ese mismo calor agobiante de enero, embadurnando mi estómago de jugo de sandía mientras masticaba sin cesar la fruta que refrescaba mi aliento y saboreaba los cuentos que el Sr. De la pipa nos contaba. El bisabuelo exhalaba ese humo blanco una y otra vez, formando nubes con formas sobre mi cabeza. Mi negro cabello lacio se pegoteaba en mi frente transpirada, que goteaba ansiedad por sus palabras… fue cuando supe que esta tierra no era la primera creada por Nuestro Padre el Primero Creador de todas las cosas, sino que ya hubieron varias antes.
Las palabras, inmunes al tiempo, solo brotaban de su boca y flotaban:

- “Ñande Ru Tenonde estaba feliz de haber creado una tierra para los hombres, con quienes quería compartir el don del habla, pues se sentía en soledad. Pensó en darles a los hombres todo lo necesario para que pudieran cuidarse y vivir en paz. Por esto habló con su verdadero hijo Papa Miri para decirle que fuera de visita a la nueva tierra para los hombres. Al hablarle le dijo que los reconocería por los adornos de pluma en sus cabezas, de esa manera llevan su insignia de masculinidad, le dijo. Entonces Papa Miri llegó a la tierra con el mensaje que su padre le había dado y su recomendación de ver que los hombres tuvieran todo lo necesario para ser felices. “

El bisabuelo moviendo su bigote blanco al unísono de sus palabras, parecía trasladarse mentalmente frente al mismo Papa Mirí, intentando reproducir sus gestos al pensar en qué cosa podría ofrendar a los hombres para que vivieran a gusto en su nueva tierra….

- ¡Fuego! –
- “Los hombres necesitaban fuego para ilumin
ar sus historias en la noche, para acompañarlos en sus largas faenas, para protegerlos contra las fieras salvajes y contra los alimentos impuros. El crepitar del fuego sería el mensaje divino que los alertaría de todo mal. Los mortales necesitaban fuego para ser felices. Así es que Papa Mirí en virtud de su sabiduría divina reconoció a los portadores de los adornos con pluma para sus cabezas, y llamó a su hijo Kururú para que lo ayudara. Los sapos que vemos hoy en día solo son una imagen a semejanza de aquel Kururú que era sagrado.”

Las hojas que bailaban con el viento al caer del palto, ilustraban la incandescencia de la escena en mi mundo imaginario. Mis sublimes escenarios m
entales me abstraían por completo de toda realidad adyacente a mis sentimientos, mis tristezas, mis soledades…

- “Le pidió a Kururú que se hiciera el muerto para que aquellos que practicaran la mala ciencia se lo llevaran, porque eran ellos quienes escondían los
antiguos secretos del fuego. Papa Mirí pensó que debía de sacarles a ellos el poder del fuego, para otorgárselos a los mortales. Le dijo a Kururú que esperara a aquellos con la imagen de buitres, que no son los mismos que los de ahora, los de ese tiempo eran demonios que practicaban las malas ciencias; y cuando se hubo hecho el muerto los buitres se lo llevaron para asarlo. Ni bien arrojaron al sapo a las brasas, Papa Mirí hizo que los vientos esparcieran las cenizas y Kururú comenzó a devorarse todo carbón encendido que pudo hasta que quedó con la panza hacia arriba, muerto. Papa Mirí habló al buitre y le dijo que Kururú por su culpa estaba muy grave, y debía de resucitarlo, pero los buitres solo querían devorarlo… Kururú para tranquilizar a su padre le parpadeaba, pues estaba bien y ya era hora de la partida. Papa Mirí tomo a su hijo Kururú en brazos y se alejaron, cuando estuvieron a salvo Papa Mirí pudo entonces tomar el fuego de la boca del sapo y colocarlo en la punta de su flecha, y la arrojó a las ramas de un laurel en forma de rayo. Desde ese entonces los mortales pudieron tomar el fuego de los árboles, aprendieron a cuidarlo y le dieron gracias a Papá Mirí con sus danzas y alabanzas.
Cuando pasaron los años recordaba esos momentos, me perdía en el centro de la pequeña llama de las velas que iluminaban la cocina cuando cortaban la electricidad en esas noches de verano. Entendí que su simple fascinación por el crepitar de las llamas a la hora de cocinar en el patio, ya sea su pescado frito con limón o esas famosas paellas, era su forma de conectarse con el universo, y con él mismo. Me gustaría aprender a hacer lo mismo… perderme en mí, sin verme en lo absoluto……. Encontrar un vacío en mi interior. Lo extraño, y extraño la manera en que sabía hacer las cosas.
Hasta la próxima……………….

LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Cuando ya nada se espera personalmente
exaltante,
más se palpita y se sigue más acá de la consciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
que golpea las tinieblas.

Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades ;
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades,
amorosas crueldades.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto
para ser y tanto somos, dar un sí que glorifica,
dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno,
Estamos tocando el fondo,
estamos tocando el fondo.

Maldigo al poesía concebida como un lujo
cultural para los neutrales
que lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no ha tomado partido,
partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mi a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto y canto y cantando más allá de mis penas
de mis penas personales,
me ensancho, me ensancho.

Quiero daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso, con técnica que puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España,
a España a sus aceros.

No es una poesía gota a gota pensada,
No es un bello producto. No es un fruto
perfecto,
es lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejen
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un
adorno
Estamos tocando el fondo,
Estamos tocando el fondo.


De: N.R
KALIKOMIO..................................gracias por tu luz azul Cindy

nada es como lo soñe

Despierto a tu alba
portando máscaras
ocultando mis verdades
soportando mis realidades
mostrandote mil sonrisas
ocultando mis lágrimas
se sobreescribe tu nombre en mi inconsciente.

Hasta mis ojos
saltarían de sus órbitas sólo para verte.
 Mis entrañas
no dejan de gritar tu nombre.
A veces quiero encerrarme en vos,
para que escuches lo que siento
y poder dejar de inundar mi teclado,
pegoteado con la mixtura de lágrimas
y tiempo que me arraza.

Aún siento la esencia de tus besos en mi boca,
saboreo mis labios para extraer la sensación
que me dejaste cuando los saboreaste por última vez .
 Cada hora sin nombrarte, sin tus ojos es eterna,
 tu hombro era mi Edén, tu cuerpo mi plantea habitable,
tus palabras mi sendero, el aroma de tu piel mi refugio.
Perdoname, pero por mas maldades que me hagas, no puedo dejar de amarte.

.............................

Al final......ya nada de esto importa..........in the end>> LP


ESTO COMIENZA CON ALGO
QUE NO SE PORKE
PERO AUN NO IMPORTA CUAN DURO
TRATES DE GUARDARLO EN TU MENTE...
YO DISEÑE ESTA RIMA
PARA EXPLICARLO TODO
A SU DEBIDO TIEMPO,
TODO LO QUE SE
ES QUE EL TIEMPO ES ALGO VALUABLE,
LO MiRAN VOLAR...
COMO OSCILA EL PENDULO...
LO MIRAN EN CUENTA REGRESIVA
YA EN EL FINAL DEL DIA...
EL RELOJ SE LLEVA LA VIDA
LEJOS EN UN TICTAC.
ES TODO TAN IRREAL
NADIE LO VIO IR HACIA ATRAS,
MIRAN EL TIEMPO ESCAPARSE
POR UNA VENTANA
TRATANDO DE SOSTENERSE
PERO YO NO LO SABIA AUN...
GUARDE TODO DENTRO SOLO PARA MIRAR COMO SE IBA... GUARDE TODO DENTRO Y POR MAS KE LO INTENTE TODO SE DESHIZO... ME KISO DECIR QUE TODO ESTO TARDE O TEMPRANO SERA SOLO LA MEMORIA DE UN TIEMPO
CUANDO LO INTENTE TANTO,
Y ME PLANTE HASTA AHORA,
PERO AL FINAL ESTO NO IMPORTA AUN...
TUVE QUE KAERME PARA PERDERLO TODO,
PERO EN EL FINAL YA NADA DE ESTO IMPORTA...
PUSE MI CONFIANZA EN VOS,
EMPUJANDO TAN FUERTE COMO PUDE IR,
Y EN TODO ESTO SOLO HAY UNA COSA QUE DEBERIAS SABER.... EN EL FINAL NADA DE ESTO IMPORTA...

champs elysees


me gusta escuchar esto cuando hace mucho calor

Manual de supervivencia 1


Imnsomniando escuché en la TV que decián :"Todo tiene que ver con todo"...
mis desolaciones y yo misma soy el resultado de todo lo que en realidad no quiero ser. De tanto que una/o recibe acusaciones de ir siempre por el camino contrario al impuesto, decidí ir en contra pero en serio.
Ante la histeria reinante, responderé con paciencia, al enojo constante responderé con sonrisas, a la ira instalada le hablaré con paz. A los agravios los ignoraré y besaré los rostros de los infelices para que sientan el calor de mi pecho.
Me construiré un manual de supervivencia que tal vez con el tiempo se convierta en Super - Vivencias....
....................................se que continuará. (en algún momento).

hoy me desperte sin mucho que decir.


hoy me desperte sin mucho que decir...........esto del espacio geografico y la explicacion de porque los paises subdesarrollados crecen mas rapido que los desarrollados me esta hundiendo en una paradoja eterna de lo que es y no es.....de lo complejo de lo cotidiano....de te quiero tanto que no puedo verte, de mil cosas por el estilo...........me decia un amigo....estoy por cumplir 31 y pense en tener un hijo....pero no quiero estar con nadie....el hecho de que tengas cierta edad hace que tengas si o si que epensar en ciertas cosas? como decir....tengo menos de 25 eso quiere decir que tengo que vivir mi vida al extremo y aprovechar todo al máximo por que despues no podré hacerlo?
quiere decir que amar es atarse? no entiendo muchas cosas.....ni pretendo hacerlo realmente
me acomode en mi cojin de conformismo donde el mientras tanto espero sea lo mas duradero posible........y mi amigo me dice....me asusta el futuro por eso no progreso y no me arriesgo, prefiero y me siento más comodo con lo viejo ya conocido.....pero quiere tener un hijo....o lo pensó...cosas que pasan.
Otro amigo me dijo...solo tengo 19 años no puedo hacerme cargo de mi familia........alejate dije, dejalos son grandes que se arreglen....me contesta...como voy a dejarlos??!! no puedo!!.....cosas de la vida....
y otro amigo me dijo.... me gusta mi melancolia....y yo le dije....no queres ser feliz? ....me contesta el punk apesta........ese estado de felicidad superflua...la felicidad no se busca...
.......................
hoy me desperte sin mucho que decir....se nota no?........bha lo usual en mi digamos..............
............................que se supone que deba hacer? soy un animal de costumbres...........

Domestícame - lo esencial es invisible a los ojos


Entonces apareció el zorro:

-¡Buenos días! -dijo el zorro.

-¡Buenos días! -respondió cortésmente el principito que se volvió pero no vío nada.

-Estoy aquí, bajo el manzano -díjo la voz.

Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos.

-¿Quién eres tú? -preguntó el principito-. ¡Qué bonito eres!

-Soy un zorro -dijo el zorro.

-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-, ¡estoy tan triste!

-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-, no estoy domesticado.

-¡Ah, perdón! -dijo el principito.

Pero después de una breve reflexión, añadió:

-¿Qué significa "domesticar"?

-Tú no eres de aquí -dijo el zorro- ¿qué buscas?

-Busco a los hombres -le respondió el principito-. ¿Qué significa "domesticar"?

-Los hombres -dijo el zorro- tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?

-No -díjo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"? -volvió a preguntar el principito.

-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear lazos... "

-¿Crear lazos?

-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...

-Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... creo que ella me ha domesticado...

-Es posible -concedió el zorro-, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.

-¡Oh, no es en la Tierra! -exclamó el principito.

El zorro pareció intrigado:

-¿En otro planeta?

-Sí.

-¿Hay cazadores en ese planeta?

-No.

-¡Qué interesante! ¿Y gallinas?

-No.

-Nada es perfecto -suspiró el zorro.

Y después volviendo a su idea:

-Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sól. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.

El zorro se calló y miró un buen rato al principito:

-Por favor... domestícame -le dijo.

-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.

-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no fienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, Ios hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!

-¿Qué debo hacer? -preguntó el príncipito.

-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio ún poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...

-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-, ¡estoy tan triste!

El principito volvió al día siguiente.

-Hubiera sido mejor -dijo el zorro- que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejempló, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la feliçidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunça sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.

-¿Qué es un rito? -inquirió el principito.

-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.

De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando eI día de la partida:

-¡Ah! -dijo el zorro-, lloraré.

-Tuya es la culpa -le dijo el principito-, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...

-Ciertamente -dijo el zorro.

- Y vas a llorar!, -dijo él principito.

-¡Seguro!

-No ganas nada.

-Gano -dijo el zoro- he ganado a causa del color del trigo.

Y luego añadió:

-Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.

El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:

-No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:

-Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.

Y volvió con el zorro.

-Adiós -le dijo.

-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos.

-Lo esencial es invisible para los ojos -repitió el principito para acordarse.

-Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.

-Es el tiempo que yo he perdido con ella... -repitió el principito para recordarlo.

-Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...

-Yo soy responsable de mi rosa... -repitió el principito a fin de recordarlo

El mar de broderie



-->
La enorme cantidad de cabello oscuro en su pequeña cabeza, le recordaba sus más íntimos sueños de libertad, atados tenazmente en un enorme moño blanco y pulcro atiborrado de perlitas blancas de plástico. El mismo plástico barato que simbolizaba esa sensación que le quedaba al verse al espejo: una perfecta muñeca trigueña con enormes ojos y un peinado lustroso con flequillo, que ocultaba la languidez del rostro aniñado con ojeras. Como si con tanto raso y puntilla se quisiera suplir alguna falla o aparentar una devoción material a esa niña extraña que no dejaba de pensar. Vivía imaginando otros mundos, otras vidas, otros tiempos, para no tener que vivir el día a día de ese en el que estaba. Dentro aquel mar de broderí estaba guardada su mente, donde creó su universo entero, donde era libre. Su autismo conscientemente disimulado desaparecía cuando ese olor a tabaco de pipa se mezclaba con el aire, y se convertía en neblina blanca, la llamaba a dibujar todos los paisajes verdes que quisiera. Se convertía en cuento, dibujaba los cielos y delineaba las selvas.
El sr. De la pipa hablaba de animales sagrados, de aventuras en medio del río desafiando tormentas, de búsqueda de tesoros, de las grandes guerras de antaño. Historias que florecían los sueños y la imaginación de esa niña que luego de leerse a si misma cada cuento de hada que hubiera encontrado, comenzó por fin a romper con su aburrimiento creándose sus propios cuentos, con los finales tal y como ella pensaba que debían de ser. Se sumergía en ellos tan profundamente que formaron con el tiempo parte de su ser y sus esperanzas. Se cobijó bajo ese sustento activo, llorando la irrealidad de su realidad, pues muchas realidades superaron sus peores fantasías.


Bajo la luz de la luna


El cielo crepuscular más increíblemente anaranjado jamás visto antes, se extendía solemne como un manto para protección de los que permanecieron en la esplendorosa vigilia. La brisa revolvía las hojas tiernas y el aroma en el ambiente los dejaba flotar, allá, más allá... llevados por la música y los sonidos de takuara golpeando el piso.
Ese ritmo palpitante lo anunciaba, era día de regocijo. El buen espíritu rondaba el lugar, y lo llenaba todo con su gracia. Las voces que armonizaban se mezclaban con el chisporroteo de las llamas del fogón y las luciérnagas daban la noticia de que Ñanderuguasu estaba con ellos. Más allá las madres jóvenes con sus niños pequeños descansaban, mientras el resto de la familia estaba de fiesta por mandato divino. Una señal en los sueños del anciano paje los mandó a estar alertas. A la espera de lo indecible, de lo impensable, de lo impredecible, de lo irrestrictible.
De repente, un grito ahogado inunda la selva... una de las ancianas apurándose se aproxima al paje. Había un problema, el niño no nacía. Takua, uno de los cazadores se aproxima, escucha la conversación entre ambos, y sale corriendo despavorido, era su hijo de quien hablaban. Corre, tropezando con todo; corre, rebotando contra el suelo; corre, extrayendo fuerzas de lo invisible; “Corre niño que tu hijo te llama…” decía la voz de su madre muerta en su cabeza. Corre siguiendo los ruidos del agua del río que corría como él, que corría furioso como nunca... escucha los sollozos y llanto ahogado de Mainumby, su tierna esposa, casi niña, casi mujer, casi madre. Casi diosa.
Una densa nube al pasar arrastrada por el viento, cubre la luz de la luna un instante y al dejar renacer al disco plateado en el firmamento, ilumina la gloriosa imagen de su esposa sobre las piedras. Divina en toda su extensión. A un lado del agua su cuerpo parecía resaltar, su piel cobriza manchada de sangre reflejaba la luz del atardecer, como un pergamino lleno de trazos sublimes, hermosa agitaba su cabeza tomando su enorme vientre, frunciendo su dulce rostro, apretando sus labios mientras sus pechos goteaban maná del cielo esperando a su receptor...
Con un surrealismo incandescente, la luz de la noche se reflejaba en el agua, creando un escenario pasmoso para la llegada del que sería un favorecido sin dudas. Pero el camino era difícil y largo, el simple hecho de nacer era ya la prueba a su grandeza. El padre creador estaba probando a ese nuevo hombre que venía, y el premio era el derecho de caminar entre los suyos. El pase por el canal de parto, era la anunciación de lo que sería su vida misma, lucha entre luz y oscuridad que lo acecharía por siempre.
Desde el vientre de su madre no dejaba de moverse, la mujer que estaba ayudando a Mainumby no dejaba de pedirle a Takua que se fuera, que se alejara, le gritaba que no debía estar allí. Eso él lo entendía, así le habían enseñado, pero su corazón no le permitía pensar ni razonar, menos alejarse de la mujer que más amaba en la tierra en ese momento tan difícil que estaba pasando. Como con un impulso sobrenatural se arroja a los pies de su amada acariciando su cuerpo suavemente, comienza a mojar sus cabellos y su frente intentando confortarla.
Un haz de luz la ilumina siempre, Takua sabía que este era el lugar y el momento donde debía estar. Se lo mandaba su corazón.
Su esposa lo toma de la mano...
- Ayúdame. Nunca me dejes-
Takua no puede dejar de sentir que un escalofrío baja por su espina dorsal.
Sin pensar, sólo sintiendo, toma unas hojas de pakova que vio cerca y las coloca en una suave hendidura en las rocas a un metro de ella. Toma a su mujer en brazos y la levanta para recostarla allí. La mujer que ayudaba a la partera, al ver que el guerrero estaba decidido a ayudarla, no podía ya hacer nada para impedirlo. Tras de ellos llega el paje, tratando de impedir que el joven tocara a su esposa, para evitar las impurezas, pero observó en el haz de luz como el Señor de la Luna los cobijaba y entendió el mensaje, permitió que Takua y Mainumby hicieran esto juntos. El amor que se tenían y que tenían por su hijo sería la guía para salir adelante. Juntos.
El guerrero le pidió a su esposa que confiara en él, que no sabía cómo ni porqué, pero sabía que hacer, se lo gritaba su hijo desde el vientre. El joven acomodó a su esposa, y la recostó en la roca... pudo palpar la cabeza del niño brotando del cuerpo de su madre, la sostuvo. Al tomar fuerzas Mainumby, pudo sostener el cuello del bebé, notó que algo lo sujetaba y lo tiraba hacia el interior. Era el cordón umbilical que lo ahogaba sujetando al niño. Los oscuros intentaban retenerlo, al parecer era ese niño más valioso de lo que se creía. Con delicadeza logró asir el cordón, acomodando a su hijo de tal forma que lo pasó sobre la cabeza para liberarlo. En ese momento la madre lo expulsó de su ser haciéndolo libre.
El joven padre tomó a su hijo en brazos, con una roca afilada cortó las rosadas cadenas que lo mantenían prisionero y en un impulso elevó al recién nacido hacia el cielo arrancando de su garganta un grito que despertó la selva y dispersó a las aves:
- ¡Padree! ¡He aquí tu hijoo!-
El niño no reaccionaba, no se movía, no respiraba, estaba poniéndose azul. Su padre cerraba los ojos implorando por el recién nacido. La luz de la luna se apagó en un instante y las nubes cubrieron los cielos que, en segundos, crecieron y se transformaron en nubes pesadas y grises. Un fuerte viento cayó sobre ellos, agitando las aguas del río, como anticipando una gran tormenta. La pequeña Mainumby, la más grande de todas las mujeres esa noche irrumpe en un llanto desgarrador... el niño aún no se movía.
-¡Nooooo!- imploraba Mainumby tomándose de una de las piernas de su esposo y elevando sus brazos al cielo.
-¡Padre! ¡He aquí tu hijo!- elevando lo más posible al niño…
Repite Takua con más fuerzas que nunca, parecía que doblaría su garganta en sus súplicas.
-¡Tómalo si es tu voluntad hacerlo! ¡Pero no lo dejes aquí! ¡Libéralo! ¡Libera a tu hijo! ¡Es tuyo ahora!- las lágrimas inundaban sus oscuras pupilas dilatadas.
Una ráfaga de viento les pegó de lleno a Takua y al bebé, pero se sostuvo con firmeza para que no lo moviera, Mainumby sobrecogida tuvo que cubrir su rostro, mientras sus largos cabellos negros jugaban con el viento. Observaron como todo se transformaba y la corriente de aire tumultuosa, se arremolinaba sobre el cuerpito inerte, envolviéndolo le dio aliento de vida.
Así como cómo los vientos se agitaron, comenzaron a apaciguarse, comenzaron a marcharse siguiendo la corriente del río. Las nubes se alejaron de la luna y las súplicas de Takua en el silencio comenzaron a oírse cada vez más fuertes. El bebé abrió grande sus ojos y levantó sus brazos al cielo, como queriendo tocar los astros. En ese instante el niño regresó de entre los que ya no caminan, con el mensaje que su padre le dio desde La Tierra Sin Mal...
Todos los que habían presenciado lo sucedido se estremecieron, de manera tal que las lágrimas acompañaron las risas, cayendo finalmente al río para convertirse en agua y continuar su ciclo. La luna en su máxima expresión iluminó a la pequeña familia como nunca había visto el anciano paje, reflejándose en el niño cubierto de sangre que parecía tener luz propia.
El crepitar del fuego cerca de ellos, anunciaba la vida después de la muerte y el bebé proclamando su llegada, explotó en un grito y un llanto que se escuchó a lo largo y ancho de todo el río, imponiéndose en las alturas como lo presentó su padre terrenal. Iluminado por su padre celestial resplandeciente...
Ñasaindy broto de la boca del paje, nombrándolo. Describiéndolo. Destinándolo.
Ñasaindy, fue libre así, por primera vez, bajo la luz de la luna y en brazos de su padre.

El Pensamiento moderno - suicidal dream -


El asunto es...
que pienso demasiado, eso me hará ser más inteligente? será algo relativo? o meramente circunstancial? entorpecerá todo?
Cuando me persiguen mis pensamientos, normalmente me atrapan, eso me hace ser insegura a veces. Tiendo a pensar que lo bueno que pueda pasarme, solo corresponde a una pieza integrante de un sueño. Y cuando sueño, sueño que soy un perro herido que se hunde en un mar de desolaciones y miserias en el que aprendí a flotar, y del que tuve que aprender sus movimientos de mareas. Llegué a saborear bien la dulce calma antes de la tormenta, leo sus señales. Tal vez termine siendo la calma, la que consiga hundirme.................


No se si el hecho de pensar mucho me haga ser mas inteligente...o menos. Solo se que a veces me gustaria no saber, y otras hago todo por saber.
....................Pensandolo bien.... hay cosas que uno ve, que cuando las conoce sabe que no era como veiamos que era.....
......................creo.

quiero...


quiero anestesiarme...
mirar a un lado y no ver mas
....
por que todo lo que no es
(y nunca será)
....es mas fuerte que lo que es y está.
y que pisa con fuerza y vive y respira por vos

DINNER ROOM

Esa noche el cartel que decía HOTEL parecía ser más grande que otros tantos, donde el maletín lleno de cosas sin vender pesaba más que nunca. La puerta abierta invitaba a pasar al desierto lobby; desierto de ruidos, y de vida. Aguardó y contuvo todo lo que pudo su sacra paciencia. Su mano resbaló hacia la campanilla en busca de atención mientras sus ojos exploraban el solitario panorama. Su pobre rostro cansado expresaba el deterioro de su mente en busca de respuestas inalcanzables y fantasmas internos que comenzaban a atormentarlo en el silencio de la oscura y gastada sala de espera…. Inmutable, asomó la mirada sabiendo que la oscuridad del pasillo que llevaba al interior del edificio no sería un acertijo por mucho más tiempo. Su sagaz curiosidad pudo más que cualquier enseñanza de modales domésticos y decidió aventurarse en busca de respuestas.

La luz blanca del fluorescente que marcaba el descubrimiento del dinner room, desencadenó en él una sensación de conquista sobre terreno inexplorado, que su instinto de conservación le gritaba abarcar; al que finalmente consiguió satisfacer al asistir al llamado que la dorada piel de un pavo despampanante y sobrecargado en el centro de la mesa pulcramente alistada, le hacía. Llamado que los repentinos ruidos de sus movimientos viscerales no iban a permitirle dejar pasar. Oyendo una vez más a su ser, decide que el banquete había estado aguardándolo, al considerarse en ese momento que sería de una vez por todas, el huésped de honor.

En una vida de puertas cerradas en la nariz, se merecía una puerta abierta y rebosante de galardones comestibles, su pequeña victoria. Los huesos carcomidos en su plato vacío, concordaban con la plenitud de su frente amplia y tranquila; y sobre todo, concordaban con el fútil momento depositado en el botón desabotonado en su pantalón, empujado al exilio por su satisfecho organismo. Cuando el reloj denominó con el correr de sus manecillas, la hora del puntual descanso de la cuasi patética estampa de su cuerpo, se descubrió dirigiéndose una vez más hacia el lobby del Hotel, que desembocaba un gesto de frustración en su cara. Decidido a no permitir que la falta de compañía humana lo desanimara, en un mar de desánimos constantes donde su vida se hundía, rompió la barrera de su moral autoinducida, introduciendo su mano en la celda que guardaba la llave de su futuro. Por fin la suerte le sonreía, cosa que le hacía pensar que debía devolverle el gesto, sonriéndole a la llave que guardaba su descanso nocturno.

La oscuridad lo arropaba en una sensación de sábanas nuevas, cama nueva y lo que podría ser el comienzo de una vida nueva. Sensación interrumpida por un extraño sentimiento de incomodidad, que secuencialmente fue mutando a una sensación de vacío estomacal, somnoliento vaivén, dolor … más dolor, mucho más punzante dolor, dolor que haría desear estar muerto… ¡pánico rotundo! Sujetando su abdomen que lo retorcía desde adentro, no podía despegar su mirada de un fantasma con su rostro en el espejo. Se arrojó hacia el escusado, devolviendo todas las ofrendas que el destino acababa de hacerle, y salió corriendo en busca de ayuda.

La puerta que lo separaba de la verdad no fue un obstáculo, y atravesándola no pudo más que espantarse ante el siniestro cuadro. Dos cadáveres vestidos con ropa de cama le mostraban su final. Los ojos desorbitados, las bocas bien abiertas y el vómito aún fresco que emanaba de sus gargantas le hicieron sentir un escalofrío que lo movilizó a huir hacia cualquier lugar lejos de allí. Sus cohuéspedes no necesitaban ya su ayuda. Una tras otra fue abriendo las puertas de las demás habitaciones del hotel, encontrando siempre el mismo cuadro de desesperación de ultratumba. Quería gritar, correr, escapar, pero el dolor lo doblegaba y lo obligaba a tropezar con todo lo que encontraba a su paso. Finalmente pudo divisar la puerta de salida, umbral que pareció desaparecer cuando sus pies descalzos perdieron el piso en algún momento de su caída hacia el exterior del edificio.

El cuerpo del hombrecillo muerto parecía diminuto desde lo alto, donde la grácil cucaracha dueña de casa entre sus quehaceres de señora, observaba presuntuosa el éxito de su trampa plaguicida.

Tu mar oculto


(...)
tu mar oculto,
en ese gran silencio exiliante
que es solo y siempre tuyo.
(...)
quiero chapotear
en la profundidad de tus ojos
quiero nadar
en las aguas de tu delirio
sumerqirme
en tus océanos vacilantes
hundirme
en la oscuridad de tus pensamientos
flotar
en la calma de tu mirada
dormir
acurrucada en tu tempestad
templarme
en tus exuberantes turbulencias
amanecer
en la luz que produce el sonido de nuestras risas.

................................de mi locura...........para la tuya...

EL BALDÍO

No tenían cara, chorreados, comidos por la oscuridad. Nada más
que sus dos siluetas vagamente humanas, los dos cuerpos reabsorbidos
en sus sombras. Iguales y sin embargo tan distintos. Inerte el uno, viajando
al ras del suelo con la pasividad de la inocencia o de la indiferencia más
absoluta. Encorvado el otro, jadeante por el esfuerzo de arrastrarlo entre
la maleza y los desperdicios. Se detenía a ratos a tomar aliento. Luego
recomenzaba doblando aún más el espinazo sobre su carga. El olor del
agua estancada del Riachuelo debía estar en todas partes, ahora más con
la fetidez dulzarrona del baldío hediendo a herrumbre, a excrementos de
animales, ese olor pastoso por la amenaza del mal tiempo que el hombre
manoteaba de tanto en tanto para despegárselo de la cara. Varillitas de
vidrio o metal entrechocaban entre los yuyos, aunque de seguro ninguno
de los dos oiría ese cantito isócrono, fantasmal. Tampoco el apagado
rumor de la ciudad que allí parecía trepidar bajo tierra. Y el que arrastraba,
solo tal vez ese ruido blando y sordo del cuerpo al rebotar sobre el terreno,
el siseo de restos de papeles o el opaco golpe de los zapatos contra las
latas y cascotes. A veces el hombro del otro se enganchaba en las matas
duras o en alguna piedra. Lo destrababa entonces a tirones, mascullando
alguna furiosa interjección o haciendo a cada forcejeo el ha... neumático
de los estibadores al levantar la carga rebelde al hombreo. Era evidente
que le resultaba cada vez más pesado. No solo por esa resistencia pasiva
que se le empacaba de vez en cuando en los obstáculos. Acaso también
por el propio miedo, la repugnancia o el apuro que le iría comiendo las
fuerzas, empujándolo a terminar cuanto antes.
Al principio lo arrastró de los brazos. De no estar la noche tan
cerrada se hubieran podido ver los dos pares de manos entrelazadas,
98
negativo de un salvamento al revés. Cuando el cuerpo volvió a engancharse,
agarró las dos piernas y empezó a remolcarlo dándole la espalda,
muy inclinado hacia adelante, estribando fuerte en los hoyos. La cabeza
del otro fue dando tumbos alegres, al parecer encantada del cambio. Los
faros de un auto en una curva desparramaron de pronto una claridad
amarilla que llegó en oleadas sobre los montículos de basura, sobre los
yuyos, sobre los desniveles del terreno. El que estiraba se tendió junto al
otro. Por un instante, bajo esa pálida pincelada, tuvieron algo de cara,
lívida, asustada la una, llena de tierra la otra, mirando hacer impasible.
La oscuridad volvió a tragarlas en seguida.
Se levantó y siguió halándolo otro poco, pero ya habían llegado a
un sitio donde la maleza era más alta. Lo acomodó como pudo, lo arropó
con basura, ramas secas, cascotes. Parecía de improviso querer protegerlo
de ese olor que llenaba el baldío o de la lluvia que no tardaría en caer. Se
detuvo, se pasó el brazo por la frente regada de sudor, escarró y escupió
con rabia. Entonces escuchó ese vagido que lo sobresaltó. Subía débil y
sofocado del yuyal, como si el otro hubiera comenzado a quejarse con
lloro de recién nacido bajo su túmulo de basura.
Iba a huir, pero se contuvo encandilado por el fogonazo de fotografía
de un relámpago que arrancó también de la oscuridad el bloque metálico
del puente, mostrándole lo poco que había andado. Ladeó la cabeza, vencida.
Se arrodilló y acercó husmeando casi ese vagido tenue, estrangulado,
insistente. Cerca del montón, había un bulto blanquecino. El hombre
quedó un largo rato sin saber qué hacer. Se levantó para irse, dio unos
pasos tambaleando, pero no pudo avanzar. Ahora el vagido tironeaba de
él. Regresó poco a poco, a tientas, jadeante. Volvió a arrodillarse titubeando
todavía. Después tendió la mano. El papel del envoltorio crujió. Entre las
hojas del diario se debatía una formita humana. El hombre la tomó en
sus brazos. Su gesto fue torpe y desmemoriado, el gesto de alguien que
no sabe lo que hace pero que de todos modos no puede dejar de hacerlo.
Se incorporó lentamente como asqueado de una repentina ternura semejante
al más extremo desamparo, y quitándose el saco, arropó con él a la
criatura húmeda y lloriqueante.
Cada vez más rápido, corriendo casi, se alejó del yuyal con ese
vagido y desapareció en la oscuridad.

El Hombre Jaguar



-->
El cielo nocturno estaba más calmo que nunca, las aves no emitían sonidos, el silencio era tronador. Su mente se partía al medio en una lucha consigo mismo, no dejaba de pensar en que si era incapaz de entender las señales de la selva, toda su vida habría sido una mentira.
La estática inconfundible en el aire (más los abundantes pensamientos), no dejaba de poner los cabellos de punta en el cuerpo del anciano paje. Esa noche había dormido aislado de su familia, los mensajes de más allá eran poderosos, pero poco claros, situación que lo ponía nervioso. Contrariamente a lo que le habían inculcado, el hombre seguía siendo impaciente a veces, y lo enervaba no poder descifrar lo que sucedía. No podía dejar de sentir olor a sangre en todos lados, en sus sueños hallaría su respuesta.
Sentado en la arena, el río arrullaba sus oídos, como un imán no puede evitar tirar su espalda atrás y acostarse para ver el cielo, sus estrellas, como cuando era niño… sus pesados párpados lo envuelven y por fin los ve: hombres con cabeza de yaguareté devorándose mujeres, arrancando sus carnes; él sólo se mantiene de pie en medio de la escena no se da cuenta de que está atrapado en un sueño. Su mirada se pierde dócil en las fauces de las bestias de pelambre maloliente, con garras en vez de dedos y fuertes piernas. Absolutamente ensangrentados no dejaban de pelearse entre ellos como carroñeros por su comida, tiñendo la arena de sangre, apagando los rostros suaves de esas niñas.
Uno de los hombres yaguareté, el más grande y extraño de todos lo mira fijamente y lo señala con un brazo. Esta bestia era diferente a las demás, era más alto y oscuro, el brazo con el que lo señalaba no tenía mano y era más largo y oscuro aún que el otro… de repente el hombre yaguareté le grita y de su brazo sale fuego y se oye un trueno que retumba en su mente… después de eso solo siente ardor, intenta palparse pero la tibieza de su sangre lo confunde, se mira y se pone a dar alaridos cuando descubre que hay un agujero que traspasa su torso entero.
Aterrado como nunca, sus propios chillidos lo despertaron afiebrado, nunca había recibido un mensaje así antes, los Dioses habían hablado. Al sentarse se da cuenta de que la arena donde dormía se había mezclado con su transpiración, adhiriéndose a su cuerpo. Se levanta apesadumbrado y se sumerge despacio en las aguas del río que se llevan sus lágrimas. Camina hacia donde todos los demás seguían durmiendo, enciende una fogata para ahuyentar el peligro, sabe que está cerca, pero… ¿dónde? En el cielo la luna creciente no deja de ahogarse detrás de una nube gris, el anciano paje no deja de rogarle al sol que venga pronto a rescatar a su hermanito luna que es su carne.
El fuego arde hambriento, se elevan sus llamas como lenguas sedientas, no fue solo un sueño algo le decían las señales, algo le falta al fuego, pero… ¿qué? Se acerca más se concentra y…
- ¡El crepitar!, ¡El crepitar del fuego no está! - grita desaforadamente.
Levanta al patriarca:
-Hay que estar atentos, hay peligro cerca, deben ocultarse entre los árboles, voy a averiguar que está pasando, prepárense para partir, ¡ahora mismo!-
-Pero es de noche, no es prudente-
-Es menos prudente desobedecer a los Dioses, ¡mira el fuego! El crepitar se ha ido, debemos irnos también.-
Una ráfaga de viento pasa entre ellos, con olor casi nauseabundo, le indica hacia dónde debía ir en busca del peligro. Como fuera de sí mismo, sale a correr siguiendo el viento entre los árboles; jamás había visto que el viento se comportara así, ni la luna, ni las nubes, ni el fuego... los dioses nunca se habían comunicado con él de esa manera, tan explícitos. Ahora no había dudas.
Sigue corriendo cada vez más rápido, sus sentidos se agudizan, puede oír cada una de sus pisadas entre las hojas que no dejan de caer al suelo, como si fueran lágrimas de la selva que no deja de llorar.
Reconoce el camino en la oscuridad, se dirige sin querer a la aldea de los hijos de su hermana, a la que desde que se casó y se marchó a su nueva casa y su nueva familia, no volvió a ver. Años pasaron sin recorrer el camino que los unía.
De golpe siente un fuerte golpe en un empeine, que lo arranca de sus pensamientos y lo tira al suelo y se queda allí justo lo necesario como para ver que la raíz de un árbol a su lado regresa a su lugar bajo la tierra, las hojas al caer cubren su cuerpo entero y atento escucha...inmóvil, estupefacto. Son ruidos como truenos, que nunca había oído antes y gritos ahogados en sangre, muchos, cada vez más, cada vez más fuerte. Se arrastra despacio hasta quedar bajo un arbusto y se adelanta para observar, quita las ramas y a lo lejos siguiendo esos espeluznantes sonidos a la luz de la hoguera los ve al fin. Hombres yaguareté.
Devorándose a la aldea, con varas negras en los brazos que lanzan truenos y fuego que perforan los pechos y cabezas de las personas. Nunca había visto hombres así antes, con la piel tan pálida, cabello en sus mejillas y bajo la nariz que les cubría la boca. Que reían y disfrutaban de la matanza como yaguaretés hambrientos.
Parecían bestias que cortaban las gargantas de los ancianos y de los que se resistían, que ataban las manos y pies de los hombres más jóvenes y los niños, uno tras otro para llevárselos seguramente. ¿Son tan insaciables que se los llevan para devorárselos después? …pensaba.
Ataban en otro extremo a niñas y mujeres junto a sus bebés, una detrás de la otra, con las manos, cuellos y pies unidos a la siguiente, preparadas para ser arrastradas...
Uno de los hombres yaguareté, levanta un niño de no más de un año de edad, lo sostiene de un pié mientras la criatura no deja de gritar, lo sostiene alto sobre el fuego y su madre abrazando la pierna del monstruo no dejaba de clamar por piedad y misericordia, prometiendo que ya no intentaría escapar. Toma al niño arrojando a la madre al fuego.
El paje ahogó un grito con sus manos, descubriendo que era su hermana la que quemaban viva, dejando tirado a un lado al niño, que ya no lloraba.
Se tapa la boca no puede evitar sollozar, el monstruo se da vuelta hacia su dirección y se queda mirando justo en dirección al arbusto donde se ocultaba el paje. Nunca olvidaría esa mirada depredadora.
Cuando los hombres yaguareté se alejaron llevándose sus presas el paje como una centella invisible corre y se abalanza sobre el niño que yacía en el suelo a un lado de su madre aún en llamas. El olor de la sangre regada, y la carne quemada penetraba los sentidos. Toma al niño y descubre que sólo estaba desmayado. El Dios creador padre primero de todas las cosas le tuvo compasión y lo salvó durmiéndolo para que pensaran que estaba muerto, a los yaguaretés no les gusta la carne muerta. Les gusta sentir como se apaga el pulso, mientras aprietan la garganta. El Dios padre creador tenía seguramente un gran plan para ese niño.
Siente nuevamente la ráfaga de viento que lo había llevado hasta allí que le anunciaba la hora de regresar con su aldea, había que huir de las bestias, que irían tras el resto de su familia tarde o temprano.
Corre con el viento, corre rápido con el bebé en brazos. Había que huir lejos. Mientras corría aturdido pos sus pensamientos y el recuerdo de esas risas macabras, el niño se despierta y como comprendiendo todo, solo abre grande sus ojos con una mirada tan profunda (se llamará el que descubre el interior del alma con su mirada, pensó el paje).
Las primeras exhalaciones del sol lo reciben cuando llega a su aldea. Sus rayos lo bañan, siente su energía vital. Desoyendo las faenas habían comenzado ya en la familia, sin percatarse ellos del peligro. Grita:
- ¡¡Hijos, hijas!! Este niño que tengo en brazos es el único sobreviviente de la familia vecina. ¡Hombres yaguareté acaban de atacarlos y devorarlos!-
Todos lo miraban incrédulos, no querían creerle, eran dos aldeas separadas, pero seguían siendo familia. Muchos de los hijos nacidos allí fueron al casarse a la aldea vecina, y al revés. Estaban conectados en sangre y alma.
-Este niño es carne de mi carne, hijo de mi hermana.-
Lo abraza fuerte tratando de no levantar la mirada, la vida había sido buena con el, temía que fuera una revancha por haber recibido demasiado.
-¡Hijos!... Los hombres yaguareté vendrán hacia acá, hay que irnos.- solloza.
-Pero padre, ya ellos comieron, las bestias deben ya de estar satisfechas.-
-Éstas no, son malvados, tienen sed de muerte y se alimentan del terror en los ojos de sus víctimas. ¡Yo los vi!... hay que irnos.- les exclamaba.
Incita a varias mujeres a que alcen sus hijos pequeños a sus espaldas, y sólo se lleven lo imprescindible, sabían que la selva los ocultaría y proveería.
Mientras tanto, los asesinos no hacían más que imaginarse en que se gastarían el dinero obtenido con su trabajo de limpieza de salvajes, y la afortunada idea de su líder de vender también a los sobrevivientes. El trato inicial era sólo matar todo lo que camine y genere un problema. Pues esas tierras significaban grandes riquezas y había que eliminar a los salvajes de allí. Ese era un trabajo muy sencillo ya para ellos, eran mercenarios pagados por poderosos.
Iban los hombres yaguareté de regreso a su campamento, debían atravesar un tramo de selva y llevar a las presas obtenidas a venderlas a una hacienda, yendo en una embarcación por el río.
- ¡NOO! - Gritó el líder- olvidé mis binoculares en el campamento de los salvajes. ¡Tienen mi nombre en ellos!… ¡Hay que regresar! ¡Los quiero! Fueron un obsequio de un gran cazador inglés que conocí en África. Es para recordarle a todos lo bueno que soy haciendo esto, ¡ja ja ja ja!-
-¡Ya oyeron al jefe a buscarlos!-
-Uds. Lleven a los indios a la barcaza, nos encontramos ahí al mediodía, ¡ni piensen en dejarnos acá!-
-Tranquilo jefe, esta es gente de confianza, además usted tiene el dinero jaja.-
-Vámonos. No quiero perder más tiempo.
Una brisa caliente sopló en la nuca del paje, los asesinos pronto estarían tras sus pasos. Emprendieron la huida, la selva iba cerrándose tras ellos, había que avanzar dándole la espalda al sol, pues los hombres yaguareté se ocultan tras sus rayos. Éstos avanzaban sin pausa cortando todo a su paso con sus machetes, eran cinco los que se desprendieron del grupo para iniciar la búsqueda, no había que dejar huellas, sino sería un trabajo mal hecho, que podría tener malas consecuencias.
Estaba amaneciendo ya, pero el aire se tornaba cada vez más raro, más denso, no se dejaba respirar. La niebla era cada vez más espesa. En sus años de cazador Mr. Jack nunca había visto que la niebla cubriera de esa forma la selva, nunca había visto un amanecer más oscuro. Los faroles amenazaban con apagarse, una brisa helada rozaba sus cuellos, era mal augurio para los bandeirantes que lo acompañaban, ellos habían escuchado de innumerables historias de los espíritus que se vengaban de los invasores.
-Mr. Jack ¿usted no sabe que hay espíritus aquí? Espíritus de la guerra-
-No molesten al jefe con esas historias, no sean cobardes y sigan adelante.-
-¿Qué les pasa a tus hombres que no apuran el paso? ¡Quieren más dinero!- se quejaba el líder de la operación con su segundo al mando.
-No señor, sólo que son unos pobres creyentes y estas tierras están pobladas de muertos.-
-Los muertos, muertos están capataz, no se levantan de la tierra.-
Cuando llegaron al campamento, el olor a sangre en el ambiente era ya insoportable, sólo habían pasado unas horas desde el acarreo y la podredumbre de los cuerpos parecía diabólica. Inconcebible.
El asesino-cazador de cabezas llamado Jack Winston era un inglés de mirada fría. Sus ojos celestes parecían ser reflejo de témpano. Jamás se lo había notado nervioso ni demostraba algún sentimiento hacia sus presas, ni hacia los que lo acompañaban. Su sola mirada dejaba pasmado. Era el mejor en su trabajo, lo que hacía sabía como hacerlo. Había pasado su infancia acompañando a su padre a la caza de esclavos en África, pero ya el mercado clandestino de negros se había reducido tanto que decidió probar suerte con otra especie de presa, el indígena americano.
Winston era un caballero de finos modales y muy culto, de impecable disciplina y ni una sola arruga en los pantalones. De familia noble, sabía lo que era vivir bien, digamos que era un ser sumamente civilizado, pero se dedicaba a la caza de cabezas de indígenas para vender como animales de carga. Miraba sus víctimas y lo que veía no se diferenciaba de un jabalí.
Al llegar al campamento desnudo de todo vestigio de vida, comenzó a patear los trastos, para ver si encontraba sus prismáticos, herencia del negocio familiar que templó su carácter como acero. Vio un pequeño destello de luz a unos 20 metros, a un lado de un fogón ya extinto, con el lazo de cuero trabajado que sirve para llevarlos del cuello, enredado entre los dedos carbonizados de la joven madre que luchó como una fiera por la vida de su bebé... ¡El niño!!...
-¡Dónde está el niño!!-
Recordó la escena, cerró los ojos para visualizarla. El tomaba a un niño de no más de 12 kg. Por uno de sus tobillos, que gritaba, hasta que arrojó a la madre al fuego, se había convertido en una molestia. Y el niño se había muerto, había dejado de llorar, así es que lo dejó a un lado para continuar su camino. Allí es donde había perdido los prismáticos, pero ahora había desaparecido el cuerpo del niño.
-Se lo habrá llevado un animal jefe. Hay perros salvajes en estos bosques.- Racionalizó el capataz.
- No, alguien se lo llevó. Alguien que nos estaba observando.-
Jack Winston era un excelente rastreador, no era la primera vez que un esclavo intentara escaparse... intentara, porque jamás uno se le escapó.
-¿Sabe usted sr. Jonas lo que significan estas huellas?-
-No lo sé Mr. Jack, sólo veo hojas pisadas.-
-Eso es porque usted no encontraría su propia nariz en la oscuridad. Esto significa que tenemos un fugitivo. Y quiero su cabeza.-
-Pero es sólo un hombre con un niño jefe, tiene usted ya más de 25 cabezas para vender.-
-Pues tendré 27, a mi nadie se me escapa. Es cuestión de principios, es mi reputación, mi prestigio el que está en juego.-
-Pero sólo estamos nosotros en medio de la selva... ¿quién lo sabrá?.-
-¡Yo lo sé! Y eso es suficiente. ¿Qué podrás saber tú de principios? No olvides esto: es solo un nombre lo que te diferencia de los salvajes, si quisiera podría venderte también.-
Se quedaron midiendo fuerzas con la mirada un par de segundos, y el cazador comenzó a rastrear su presa sin importarle si los hombres lo seguían o no.
La arboleda y pastizales eran como un libro abierto, que sólo debía seguir. Los rastros los introdujeron en una pequeña senda, muy bien disimulada.
-Creo que estamos por hallar el premio mayor... vamos camino a otro hormiguero.-
La tierra parecía latir bajo las botas de los cazadores brasileros, eran bandeirantes que lo único que respetaban eran las señales del submundo.
Los cuentos que escucharon sobre los espíritus guaraníes que cuidaban de los niños y de los bosques los aterraban. Siempre desaparecían hombres inexplicablemente. Sabían de lo que eran capaces los espíritus vengativos guaraníes, estaban en los árboles, en los animales, en los ríos, en el aire.
Habían oído historias de mujeres hermosas que con sus cantos atraían a los hombres a los esteros o ríos profundos encantándolos hasta ahogarlos.
Tal vez gozaban con desgarrar la carne negra del indio, pero respetaban las historias de seres fantásticos que vengaban a sus víctimas.
Siguieron avanzando, el sol a sus espaldas calentaba sus coronillas, y sentían al mismo tiempo un frío lúgubre en sus tobillos.
Encontraron a lo lejos un claro, y una débil columna de humo blanco, desmenuzándose en el aire que inflaba los pulmones y quería provocarles hiperventilación.
Junior, el capataz, iba apartando la maleza con su machete para dejar lugar a su patrón, así encontraron un pequeño claro en el bosque, que los conducía a un chocerío... abandonado.
Agachándose a sentir el calor de la fogata ahogada, el olor de maíz fresco y los quehaceres interrumpidos bruscamente afirmó:
-Salieron sólo hace un par de horas, deben ser al menos unas 20 cabezas grandes, y otras 10 chicas. A seguirlos rápido, los alcanzaremos enseguida. Están muy cerca, puedo sentir su hedor.-
Winston continuó adentrándose en la selva, hacia el oeste, en contra de los consejos de los bandeirantes que lo acompañaban. Él era un hombre racional y no iba a dejarse llevar por cuentos que asustan a los niños para que vayan a dormir su siesta.
-Es muy simple... no hay trabajo, no hay dinero.-
Los cazadores brasileros entendieron muy bien el mensaje, y sir Jack Winston era muy generoso con los que trabajaban bien, pero cruel de naturaleza.
Los cazadores comentaban que seguramente su madre no lo había amamantado, ni había tenido una madre de leche, para ser tan despiadado como era.
Comentaban también la osadía que tenía para matar hasta a sus propios contratados cuando lo desobedecían. No soportaba motines ni rebeliones.
A pesar de las advertencias, comenzaron a caminar por los pequeños senderos, adentrándose más y mas entre la vegetación que se volvía oscura, húmeda, impenetrable. Con ruidos en todos lados, en poco tiempo estuvieron perdidos.
Los hombres pedían para regresar, pero sir Jack estaba enceguecido de odio y deseos de venganza. Nunca una presa se le había escapado, y necesitaba encontrar al indio que se llevó a ese niño. Encontrar al que se rió de él en su propia cara. Como cuando era un niño, no soportaría que nunca nadie se riera de él en su propia cara.
Eran 6 en total con Jack los que comenzaron la funesta cacería....
Se oían pasos en todos lados, como si los estuvieran siguiendo, atrás y a los lados.
-sir Jack, señor nos siguen-
-no seas infantil, es sólo tu mente que está jugando con tigo. Nadie nos sigue, estamos solo nosotros en esta miserable jungla llena de insectos y negros malolientes como ustedes-
De repente sólo se escuchó un fuerte viento y un sonido gutural ahogado... como un zumbido...
El calor de la mañana, y la luz que comenzaba a filtrarse entre los árboles engañaba a los hombres, los ruidos eran más intensos que nunca...
Cuando los hombres se percataron, solo cinco caminaban por el siniestro sendero que los conduciría a su muerte.
Una fuerte y fría brisa traspasaba sus cuerpos y penetraba sus huesos. Los brasileros estaban espantados. Los peores temores de sus vidas se estaban haciendo realidad, los espíritus de los árboles y la selva se estaban vengando.
-Ese maldito inútil escapó como una rata, y ustedes si no caminan van a terminar en los árboles con una soga en el cuello-
Asumieron que el desaparecido sólo se había auto extraviado, para no continuar el camino, y que lo encontrarían a la vuelta en la embarcación para poder desquitarse con él. Pero presentían la verdad, presentían el peso de una mirada aguda desde las copas de los árboles, presentían que los estaban siguiendo y no los dejarían irse así nada más.
Una espesa gota roja cayó tras ellos. No se dieron cuenta de que su compañero los aguardaba inerte sobre sus cabezas. Cubierto de sangre, como una roja fruta de un árbol, doblando una rama con su peso.
Un poco más adelante, el chamán y su familia, seguían avanzando. Hacia el sur les mandaba su padre original, el primero ir. Podían leer todas las señales en la naturaleza. El chamán sabía que los seguían, podía sentirlos. Les pidió a los jefes de la aldea, al cacique que continuaran sin él, debía vigilar que los hombres yaguareté no los alcanzaran.
Ese día la humedad era extraordinariamente profunda, agudizaba todos los sentidos, hacía casi imposible la respiración agitada y sus cuerpos eran banquete para insectos.
Los cazadores avanzaban despacio, sabían que estaban cerca, pero lo que no sabían es que el chamán los había encontrado ya, y oculto tras la maleza, conjuraba con sus oraciones a su padre el primero para que los castigara por sus crímenes y sufrieran en su carne la carne de los demás, de todos los que ellos apagaron sus fuegos...
Continuaron así su camino, sin importarles nada.
De repente un haz de luz cegó al inglés y cuando se dio vuelta, ya ninguno de sus hombres lo seguían...
Pensó que lo habían abandonado, y se puso a maldecirlos... una gota caliente sobre su hombro lo detuvo, al verla se dio cuenta que se trataba de sangre.
Al mirar hacia arriba, como frutos rojos colgando, sus cuatro hombres ensangrentados colgaban de las ramas de los árboles. Cumpliendo su condena, los demonios se los llevaron para devorarlos.
Asustado miró para todos lados, pensando que lo seguían, pensando que sería el próximo...
Presentía su final, los recuerdos comenzaban a abrumarlo, los rostros de los que mató y torturó invadían su cabeza... sus pensamientos no podían alejarse, sus crímenes lo ahogaban.
Un fuerte dolor de cabeza empezó a sofocarlo... lo tumbó de rodillas al piso...
Solo veía penumbras.
Entra unos matorrales, vio unos ojos amarillos que lo observaban, asustado se tiró hacia atrás intentando levantarse para huir se cayó y quedó tirado en el suelo.
No podía levantarse, intentaba pararse pero no podía ponerse en dos piernas.
El cuerpo le dolía terriblemente, sus sentidos se agudizaban, podía escuchar mil sonidos distintos, podía oler todo lo que estaba a su alrededor. Sabía que un hombre lo estaba mirando, pero ¿quien? ¿Que le estaba pasando?.
La vista comenzó a aclararse, y gateando intentó incorporarse una vez más. No pudo. La luz del sol dañaba sus ojos, intentó restregárselos con una mano y sus uñas lastimaron su piel, cuando pudo verse no se reconocía, tenía garras en vez de uñas y pelo por todos lados. Asustado levantó la mirada y vio a un indígena con adorno de plumas en la cabeza... éste debe ser el maldito indio que se llevó al niño, y que nos estuvo siguiendo.
Quiso hablarle pero solo ruidos salían de su boca, sin poder pronunciar una sola letra.
-Nuestro padre el primero, creador de todo lo que ves te ha castigado hombre yaguareté. Desde ahora serás yaguareté y te convertirás en el que huye y se esconde. En el que caza sólo para vivir. Vivirás con sangre en las fauces, oculto para siempre-.
El hombre yaguareté salió corriendo, intentado huir de su castigo, intentando huir de su destino, de sí mismo. No dejaba de oler sangre y carne en todas partes...
Hasta que llegó al río, y divisó su barcaza. Intentó pedir ayuda, se acercó a sus hombres, pero éstos se asustaron y no lo reconocieron. Dos de sus hombres le lanzaron una red encima, no podía creer lo que le sucedía. Esto no era mas que un mal sueño, una horrible pesadilla. Pero no podía despertar, estaba atrapado en el cuerpo del yaguareté, el hombre yaguareté, había dejado de ser hombre, había dejado de ser cazador.
Uno de sus hombres se aproxima con un rifle, y o mira directamente a los ojos, para dispararle.
Intenta frenarlo, pero solo rugidos y gruñidos salen de su boca. Ni siquiera podía rogar por su vida, no era más que un animal para ellos, una presa que valía el peso de su piel en oro.
Atrapado en su propia red, cuanto más se movía más se enredaba. Miró de frente al destino que lo aguardaba, y una de sus armas produjo un estruendo que espantó a las aves apagó la luz que lo cegaba, silenció los mínimos sonidos que lo atormentaban y sumergió en sangre los olores que lo inundaban. Esta vez la sangre lo liberó.
Sus hombres, tomaron al yaguareté calculando cuanto podían sacar por la piel, un bonus extra...