El frío del aire penetraba los orificios de su nariz resecando sus retinas. Frío seco que se escarchaba en sus cabellos y entumecía su frágil cuerpo magullado. Frío que no le dejaba pensar, sólo sentía como se perdía su vida en el laberinto de su mente, disociada a veces.Sus uñas parecían pétalos arqueados de una rosa negra formada de sus dedos entumecidos, necróticos. Duros y ennegrecidos... sus hermosos, delgados y largos dedos eran pedazos de carne huesuda, congelada y pútrida que se escapaban de sus guantes sucios. Y sus palmas sudaban y se hundían en sí mismas.
-Yo también soy tu hija Dios ¿o tienes hijos de diferente categoría?-
Lentamente sus ojos comenzaron a despejarse, despertando a su verdadera realidad...
-No sos vos, soy yo-
Resonaba como campanadas de iglesia dominical obligándola a volver (estúpidas palabras).
Cierra una vez más sus ojos intentando descansar en la seguridad de sus frazadas que la cubrían de ese frío que helaba su alma y palidecía sus labios resecos, deshidratados, metaforeando toda su existencia... cierra los ojos y descansa atrapada en su resguardo.
Su pájaro se había vuelto jaula aquella noche de cefalea, cuando las luces de la ciudad le dolieron y posaron su cabeza en una almohada rellena de sal.
Cuando su pájaro se volvió jaula, estiró su garganta y tragó los dulces amargos.
-Enferma mental-
Y el chaleco antibalas de color rosa decorado con flores que le amarraron al pecho, comenzó a ahogarla, mientras aguardaba conectada al dador de paz artificial intravenoso que goteaba en un sachet de suero colgado en la blanca habitación de un sanatorio donde ocultaron su durmiente vergüenza...
Y la etiqueta que el doctor pegó en su frente dejó de darle comezón; rotulada:"Inmadura emocional, de personalidad esquizoide, impredecible y peligrosamente impulsiva".
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