-Siempre hermosa… Abrasadora oscuridad-
Sus pupilas fulminan con su mirada a las pupilas que habitan en el espejo, las mismas pupilas ansiosas de verse siempre atractiva ya no pueden mantener el fuego. Esa misma mirada que solía incendiar lo que tocaba, comenzó a llenarse de humo, y sus facciones antes fuertes, decididas y enarboladas a su desesperación (agazapadas), comenzaron a desprenderse, desconfigurarse.
Y el espejo le devuelve las mismas miradas de odio, no se rinde ni se perturba, no siente temor, no siente… nada. Acomodando su cabello se sienta una vez más, suntuosa, en su refugio, su trono frente al detractor de sus insolencias, conviviente de si intimidad… Ese mismo sillón que le sirvió de único lugar de reposo sacro que no había sido aún manchado del tinte rojo que le daba vida, tinte rojo que la bañaba por las noches en su ritual de pasión.
Se busca eternamente en ese rostro blanco y perdido, con sed de carne y sangre, y el recuerdo de noches con sus aullidos arrancándose la ropa, arrancándose piel y alimentando su olvido una vez más, como cada madrugada, tras un aullido extasiado, explotado en su garganta...
-Dime espejo que ves... en mí-
-Abrasadora... abrasadora oscuridad- siempre responde.
Hace a un lado el rostro como intentando evitar el penetrante aroma de cientos de noches de hierbas mágicas en su cuerpo, y esa sed... que no la abandonará nunca.
-Ya no quiero verte espejo, ahora quiero hundirme en tus entrañas-
Adicta a su putrefacto ego, no puede alejar su mirada de ese rostro blanco tras el cristal, y acaricia una vez más la fría suavidad y apoya una vez más su mejilla buscando esa compasión que perdió cuando el diablo la traicionó quitándole su juventud y dejó olvidadas en ella las sombras de sus demonios que la perseguirán por siempre.
Y la imagen tras el espejo no hace más que mirar azorada a su dueña, quien espera un gesto una palabra de esos labios cosidos, cocidos, carcomidos.
La abrasadora oscuridad dejará de abrazarla muy pronto...
Se agarra de su torso prisionero del corsé que diseña su figura y la ata a su realidad, ensimismada realidad… Corsé que diseña el desden de su vida y su fatuo final… que la retiene y moldea su oscuridad, soporta su llanto y su desesperación. Corsé que la transforma y sostiene su supuesta fortaleza.
Estira su vista a un lado del espejo, buscando en el fondo, entre las sombras de su casona, algún vestigio de vida que pudiera saciar sus angustias.
Obsesionada le ruega al espejo una vez más… se busca allí donde se encontró una vez hermosa, hace mucho que esa imagen desapareció, ahora sólo ve a sus pómulos salientes y su amplia frente que sólo hablan de los monstruos que la opacan, sólo ve monstruos gordos, viejos y deformes en el espejo, su imagen blanca, hermosa, se perdió allá a lo lejos en algún rincón del destello de sus ojos cansados de emitir miradas perturbadas y perturbadoras… Buscando venganza, redención, clava su mirada a lo lejos, en el fondo del pasillo y las ve, las pobres infelices que viven para limpiar sus huellas en los pisos, que corren para dar la ilusión de “aquí no pasó nada”, después de cada arranque de rabia e histeria, reemplazando muebles rotos, ocultando su locura.
-¡Tú! ¡Ven!- su voz resonaba en todo el edificio ahuyentando a las palomas, produciendo un eco en los ventanales de vidrio, retumbando en las mentes de los sirvientes. Su dedo índice apuntando a la cabeza de lo único que puede sacarla de su angustia unos instantes, lo único que puede hacerla sonreír.
Una esbelta silueta se adelanta unos pasos, ella sólo puede divisar unos largos cabellos índigos, largos y relucientes, es lo que necesita ver para encender su furia y echar a andar su corazón adormecido, su sangre comienza a ir cada vez más rápido y su respiración se acelera…
-¡Dime espejo que soy la más hermosa!- Arranca un trueno de su boca, grito que sonaba a relámpago, y tira con fuerza el espejo que vuela en mil pedazos, que siguen reflejándola desde el piso. Donde fuera que pusiera su vista, era devuelta por los trozos del antiguo espejo, que aún despedazado había vencido.
Ella cae al suelo intentando salvarse, intentando contener la avalancha de destrucción que crecía dentro de ella, y como exhalando fuego maldecía a Dios por haber permitido su existencia. Gira el rostro y ve esos pequeños y suaves pies oscuros frente a ella, toma un trozo de vidrio puntiagudo y se endereza. Su presencia causaba pavor al suelo que pisaba. Todas sus expresiones cambian en segundos y se vuelven relajadas, frías, calculadoras, aterradoras. Camina unos pasos hasta su postre y al verla la sujeta firmemente de la cara aplastando sus mejillas, como queriendo perforarla con sus larguísimos dedos.
Levanta la cabeza de la inocente para susurrarle al oído…
-Dime que soy hermosa… - un silencio sepulcral envuelve y ahoga. -¡Dime que soy la más hermosa!-
La niña solo puede temblar el olor a hierbas de su ama la consume. Cierra los ojos dejando escapar una lágrima perfecta humedeciendo la palma de su opresora. Intenta balbucir:
-Es usted… es usted la más… hermosa- dejando escapar con su último aliento un soplo de vida para su asesina, abandona así el alma de la niña esos enormes ojos cálidos llenos de compasión, y los deja abiertos para siempre.
La obsesiva acerca el rostro del ángel al suyo y le susurra: “ahora quiero que me ames”. Quita al fin su otra mano, descubriendo el trozo de espejo que había clavado en su cuello, deja caer el vidrio ensangrentado y la abraza apretándola fuerte contra su pecho, exprimiéndola, sintiendo como la tibieza del rojo líquido la baña entera…
La suelta dejándola caer como una bolsa de desechos usados, inservibles. Y se queda allí como una gigante renacida, toda bañada en sangre, toda bañada de vida, toda extasiada; baja la mirada para contemplar su obra y ordena con una dulce sonrisa macabra que limpien el lugar y traigan otro espejo.
El día comienza a despuntar, la luz del sol irrumpe en mi habitación, una profunda inhalación me trae de vuelta, despierto a mi realidad. Abro los ojos, rescato una de mis manos que había quedado atrapada entre las frazadas, y la sangre ya no está entre mis dedos. El olor a hierbas se aleja, estaba sólo en mi cabeza, sólo fue un sueño más, giro el rostro y encuentro mi mirada en el espejo colgado en la pared… todo está bien, todo es normal, solo fue un sueño me repito…
-Abrasadora oscuridad-
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1 epifanías:
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